Andrés Gatica, ex alumno Culinary: “Crecí rodeado de sartenes, sabores y experiencias que llenaban mi corazón día a día”

La historia gastronómica del local reúne a tres generaciones de abuelos, padres e hijos que han pasado por Jazz Restaurant en más de 25 años de existencia. 

Su interés por la cocina se gestó desde pequeño, así lo considera el joven profesional de 28 años. “Provengo de una familia que se dedica al rubro de la restauración con orígenes franceses desde hace 40 años, por lo que crecí rodeado de sartenes, sabores y experiencias que llenaban mi corazón día a día.  Mi madre cocina el día de hoy y me sorprende cada vez más con su poder innato de llevar el amor a un simple plato de comida”, dice Andrés Gática.

“Desde que tengo conocimiento he estado dentro de una cocina, junto a mis padres, tratando de meter las manos. Pero no fue hasta que cumplí 15 años cuando me dejaron hacerlo y a partir de ese momento nuestra familia comenzó un nuevo proceso, ya que la experiencia en la cocina ya no era solo de ellos dos, sino que de los tres. En ese momento recién pude entender y vivenciar lo sacrificado que es este rubro, al no poder llegar a la casa, perderse momentos familiares o compromisos con mis amistades, sin embargo, había algo más fuerte que me impulsaba a seguir investigando”.

Con una vocación innata y dispuesto a seguir aprendiendo y profesionalizar su pasión, Andrés decidió armar su maleta desde Concepción para emprender un largo viaje lleno de sueños a Santiago. “A los 18 años me fui a estudiar con mucha seguridad gastronomía a la capital de mi país, pero a la vez con mucho miedo e incertidumbre”, recuerda

“Durante esos cuatro años de estudio aprendí muchísimo; cada día después de clases practicaba, haciendo actividades para poder cocinar una y otra vez. Además, logré tomar conciencia de muchas acciones que solo por repetición aplicaba junto a mi madre en la casa los días domingo. Así también, descubrí que lo más gratificante en la cocina es que solo con un bocado puedes provocar un sinfín de sentimientos dentro de la cabeza de otra persona”.

Andrés se declara un apasionado del estudio en el área de la gastronomía y cómo ha repercutido en la historia de la humanidad. Es un fanático de autores como Alejandro Dumas, J. A. Brillat – Savarin, Paul Bocouse, Jean Mari Arzak, Ferran Adria, entre otros. “Me he dado cuenta que la comida nos habla de la cultura, de las costumbres e intereses de una sociedad. En este sentido, la gastronomía es para mí una forma de hacer arte, pues es un medio de expresión del hombre. Un estudiante de cocina es también un estudiante de arte que debe crear mediante el conocimiento riguroso de sus materiales”.

Jazz restaurant

Más de veinte años avalan la trayectoria de Jazz Restaurant en la ciudad penquista, el cual y con el pasar de los años se ha hecho conocido por su buena mesa y la calidad de su servicio. En la actualidad, el negocio familiar ha decidido dar un giro e integrar nuevos platos y preparaciones innovadoras, modernas y vanguardistas: un toque y sello desde las nuevas generaciones que lidera el exalumno Culinary.

“Actualmente trabajo como chef en Jazz Restaurant, este local pertenece a mi familia desde hace 25 años, nos encontramos en pleno recambio generacional en el que queremos entregar experiencias a nuestros comensales que se extiendan mucho más allá de sus expectativas”.

“El concepto nace y persiste en el tiempo de entregar un buen servicio y una comida de calidad a las personas para que puedan pasar un momento único en cada visita que nos brinden. La propuesta busca romper los esquemas del gran Concepción”.

El nuevo sello del restaurant viene de la mano de la “Cocina de Autor”, la cual incorpora nuevas preparaciones, pero manteniendo la tradición que lo vio nacer y crecer. “La idea es aplicar técnicas e insumos propios de la región en sus platos por temporadas. Vamos en camino a eso y contamos con hongos endémicos, jurel, carnicerías locales, mariscos de la zona; además de incorporar carnes exóticas que no son de consumo general, como liebre, conejo, guanaco, pato, entre otras”.

Andrés realiza una última reflexión: “La vida de un restorán no se basa solo en la calidad del servicio en salón por un metre y lo que se cocina por un chef. Si no más bien cómo lograr que un grupo de extraños logre armonizar y convertirse en una familia que en conjunto quiera entregar amor en cada experiencia de servicio”.